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Mensajepor mon » Lun Mar 15, 2010 10:52 am

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LIBRES E IGUALES.
Quiero comenzar mi intervención dando las gracias a los alumnos de la Facultad de Derecho, de esta Facultad. Sé que sin vuestra colaboración hubiera sido imposible que este acto se pudiera celebrar. Gracias.
El 8 de Marzo de cada año se repiten los discursos, las reivindicaciones, las informaciones y los compromisos en relación con la igualdad de derechos de las mujeres. Es cierto que está superado el viejo discurso que denominaba esta fecha como “el día de la mujer trabajadora”, pero no es menos cierto que año tras año se repiten las cifras y los lemas sin apenas avance ninguno respecto de momentos anteriores de nuestra historia.
Cuando aún no se han cumplido dos años desde la fecha en la que los españoles decidieron que Unión Progreso y Democracia, un partido recién constituido, entrara a formar parte del Parlamento Nacional a través de esta Diputada que os habla, hemos querido celebrar el 8 de marzo hablando de la Libertad y de la Igualdad, ejes fundamentales e inseparables de nuestro compromiso político. Y hemos venido a Andalucía a hacerlo porque en esta tierra también hace falta repensar estos dos conceptos y revisar hasta qué punto los andaluces (y por tanto las andaluzas) de hoy son o no más libres y más iguales que los de hace tan sólo dos años.
Los datos de la última encuesta de población activa en el último trimestre de 2009 no pueden ser más desoladores para Andalucía: el número de parados se situó en 1.034.000 personas, (39.600 más que el trimestre anterior) y la tasa de paro llegó al 26,3% (frente al 18,83% del conjunto de España), un 0,7% más que el trimestre anterior. Un dato más para ilustrar la situación: La tasa de actividad entre las mujeres andaluzas fue en ese trimestre del 49,4%, frente al 51,7% del conjunto de España.
Otro dato importante para evaluar la situación es la Educación. Según la última encuesta PISA, España suspende en Educación pero Andalucía obtiene los peores resultados, situándose en Matemáticas y Ciencias por debajo de la Media de España y llegando a estar en Lectura por debajo de la media Internacional.
Es a mi juicio evidente que no se es más libre ni más igual si no se tienen instrumentos como la educación o el empleo para desarrollar una vida de forma autónoma. Esta máxima se cumple al margen de que seas hombre o mujer, pero para las mujeres se multiplican. Por eso las mujeres resultan más penalizadas en momentos de crisis económica. Y por eso, aunque las mujeres siguen obteniendo de media los mejores expedientes académicos, son las que tienen las mayores dificultades para acceder a un puesto de trabajo que esté directamente relacionado con su titulación. (Sólo el 33% de los titulados superiores tiene un trabajo directamente relacionado con su especialidad)
Dicho todo esto, hoy os quería hablar de lo que representa para nosotros, las gentes de UPyD, el día 8 de Marzo. Y lo quiero hacer desde esa doble perspectiva de libertad e igualdad, planteando de entrada que para nosotros es un buen momento para reafirmar nuestro compromiso con la defensa de estos valores.
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Soy de las que opinan que la igualdad de las mujeres es una asignatura pendiente de la democracia; y que aprobar esta asignatura es responsabilidad conjunta de hombres y mujeres. A la sociedad le irá mejor si hombres y mujeres compartimos el espacio público y también el espacio privado. Así pues, la reivindicación de la igualdad en el siglo XXI .no hemos de planteárnosla como una reivindicación justa de las mujeres sino como un elemento para medir la calidad democrática de una sociedad. Una sociedad será más justa en tanto sus miembros sean tratados con mayor justicia por las instituciones democráticas. La discriminación, sea por razones de sexo, de raza, de adscripción ideológica, de opción sexual, religiosa o cualquier otra no tienen cabida en una sociedad moderna y justa. Y sin justicia e igualdad no hay democracia.
UPyD es el Partido de la igualdad. Si nacimos en su momento fue porque nos negamos a soportar lo que los dos grandes partidos políticos españoles favorecieran --negociando con los nacionalismos para que éstos obtuvieran beneficios a cambio de unos pocos votos para poder seguir en el “machito”-- que los ciudadanos sufriéramos cada vez más desigualdades, que se acaban constituyendo en privilegios para unos y discriminaciones para otros, algo totalmente inasumible en una España democrática.
Dado que la igualdad en derechos, oportunidades y de trato de todas las personas es hoy uno de los puntales de la democracia en todo el mundo, un Partido como UPyD, progresista y regenerador de la democracia, no puede ser ajeno a la incorporación de las mujeres en condiciones de igualdad a todas las esferas de la vida pública, económica y social de nuestra sociedad. La igualdad entre mujeres y hombres en nuestra actuación política es pues un referente tan lógico como obligado.
Pero también a la hora de defender esta igualdad entre hombres y mujeres somos diferentes en nuestro partido. No estamos en absoluto de acuerdo con la manipulación que realiza el Gobierno de España (y también el de Andalucía) respecto a la igualdad de género. Sentimos no ser políticamente correctos tampoco en este tema. Lo “políticamente correcto” no puede ser la jaula de la libertad en un país democrático como el nuestro; ni la manipulación de grandes cuestiones políticas puede servir para esconder los graves problemas que hoy nos atenazan.
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No defenderemos ni una sola de las insensateces que promueva o proclame el Ministerio de la Igualdad por el mero hecho de serlo y por seguir la corriente mayoritaria; no nos parece sensato que se dedique a promover cambios en el diccionario que dan vergüenza ajena (tipo miembros y miembras) mientras existan problemas reales a los que no se les presta la debida atención. Son actitudes tan poco rigurosas como las que caracterizan a ese Ministerio las que hacen un daño enorme a la justa reivindicación de leyes y normas que promuevan y favorezcan la igualdad real.
Nos preocupa muchísimo el hartazgo de la sociedad española con este tipo de tonterías y con discriminaciones puras y duras en nombre de una “acción positiva” que los ciudadanos no terminan de comprender a causa de la frivolidad y de la manipulación política. Nos preocupa porque nos tememos que se está generando un rechazo social importante hacia la Igualdad de Género y nos negamos a permitirlo. El propio término “género” se ha caricaturizado tanto --al convertirse en una consigna política con grandes dosis de demagogia-- que ha generado un rechazo gratuito en nuestro país. Pero luego hablaré de este asunto.
Nosotros estamos comprometidos con la lucha por la Igualdad de Género, pero sabemos que es necesario incorporar grandes dosis de sentido común en todas las políticas y acciones que sea necesario implementar para garantizar la igualdad y para que esa necesidad de actuar en determinado sentido llegue a la mayoría de la sociedad. No me cansaré de repetir que el trabajo por la Igualdad de Género es cosa de mujeres y de hombres, porque el superar las desigualdades y discriminaciones en una sociedad democrática es una tarea de todos.
Precisamente el discurso del género (bien entendido y bien planteado) sirve para proponer alternativas de futuro compartidas entre mujeres y hombres, porque su objetivo no es otro que cambiar las relaciones desiguales e injustas entre ambos por otras que de verdad permitan la igualdad de oportunidades y de trato. Es todo lo contrario a la caricatura y a la guerra de sexos a la que lleva la demagogia del gobierno en este campo y el despiste de la oposición en este tema.
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Una pequeña reflexión sobre el concepto de género, que resulta esencial en la política democrática internacional aunque haya que explicar por qué. El concepto “género” se empezó a usar en política, en vez de utilizar el término sexo, porque el género define a un sexo que no es pura biología, sino que es esencialmente un producto social. Si la discriminación de las mujeres respecto a los hombres la hiciéramos depender del sexo biológico, no habría posibilidad de cambios y de igualdad entre ambos. Los hombres serían dominadores, abusones y violentos (es decir, machistas) por naturaleza. Pero no todos los hombres son así (afortunadamente), ni las relaciones hombres-mujeres son iguales en todas las sociedades (no son lo mismo en Suecia que en Arabia Saudí). Por eso, mientras el feminismo de la diferencia ha resaltado más la dominación biológica (el patriarcado, etc), el feminismo de la igualdad (integrado en las políticas democráticas mundiales) subraya la importancia de la componente social y cultural frente a la biología y el instrumento conceptual es el “género” (masculino-femenino).
En cualquier caso, UPyD lo ha incorporado a nuestro discurso general no como un fetiche, de la misma manera que las políticas de género son para nosotros un florero, un parche o apéndice. La perspectiva de género está incorporada a toda nuestra acción política, de una manera transversal. Es para nosotros lo que los organismos internacionales denominan “mainstreaming”, (corriente principal).
Este es además un campo esencial para el ejercicio de la libertad individual en todas sus dimensiones --incluida la libertad de opción sexual--, y para la reivindicación del respeto a todas las personas y la tolerancia bien entendida. El feminismo de la igualdad es el último hijo de la Ilustración, de lo que se deriva que no es preciso ser o sentirse feminista para trabajar en esto; basta con ser demócrata y luchar por los derechos humanos de todas las personas.
También me gustaría reflexionar, con respeto pero sin complejos, sobre las medidas de acción positiva. Empezaré por insistir en que las medidas de acción positiva sólo pueden ser admisibles en una sociedad democrática si no conculcan los principios de mérito y capacidad; y `por recordar en que en esa línea se han pronunciado ya distintos organismos internacionales.
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Bajo la excusa de la discriminación positiva no se pueden admitir injusticias y conculcación de derechos; no sólo porque sería una nueva injusticia sino porque esos comportamientos no ayudan al colectivo al que se quiere impulsar, generan el rechazo de las personas que son y se siente perjudicadas y prestan un flaco favor a la sociedad, que renuncia a buscar y utilizar a los y las mejores.
Una vez más, aunque nos quedemos solos, rechazamos la demagogia imperante y analizaremos cómo podemos conjugar en nuestras propuestas la acción positiva con el respeto a los derechos de todas las personas (hay sentencias comunitarias a este respecto que deberemos calibrar). En nombre de un feminismo burdo, tipo pensamiento único, no vamos a aceptar que se perjudique la democracia, ente otras cosas porque somos muy conscientes de que estamos a punto de que todo esto se convierta en un boomerang que se vuelva contra las propias mujeres.
Frente a la demagogia imperante en este campo en nuestro partido apostamos porque en España se lleven a cabo reformas sociales de calado, que aproximen nuestro modelo de sociedad al de los países más desarrollados (también en esta materia son los nórdicos) y que permitan conciliar vida personal y familiar con trabajo y responsabilidades públicas. Sabemos que la “guerra de sexos” es más barata y es más fácil echar la culpa a los “hombres” (salvo a los progres-guays, que son ellos), pero no nos va ese juego. Defenderemos políticas activas que permitan a hombres y mujeres compartir el espacio público y privado porque es más justo y también mucho más útil para unos y para otros y lo es por tanto para la sociedad en su conjunto.
Desde UPyD vamos a proponer alternativas a temas esenciales para la sociedad española, revisando las leyes actualmente en vigor. Lo haremos, como dije antes, con responsabilidad y sin complejos.
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Hay muchos temas que estamos revisando actualmente, tales como la Violencia de género, la Ley de Igualdad, la Custodia compartida, la Aplicación de la Ley de Dependencia, la Discriminaciones salariales y laborales hacia las mujeres, la Conciliación entre responsabilidades familiares y empleo, la Educación en igualdad, la Prostitución y trata de mujeres o la Identidad y opción sexual.
Sobre la violencia de género, hemos presentado ya una iniciativa legislativa que aun no se ha tramitado y en la que lo que se plantea es la necesidad de complementar la Ley Orgánica de Medidas de protección Integral contra la Violencia de Género de modo que se modifique lo que a nuestro juicio representa una enorme injusticia y es una anomalía democrática, por mucho que haya sido sancionada por el Tribunal Constitucional: que el mismo hecho punible pueda ser catalogado como falta si lo comete una mujer y como delito si quien lo comete es un hombre. Tal planteamiento no entra en cabeza humana y plantea situaciones injustas a la par que absurdas: ¿Qué hacemos, por ejemplo, cuando la violencia se ejerce dentro de una pareja de lesbianas? ¿La sentencia judicial dependerá del rol que cada cual juegue dentro de la pareja? ¿Dependerá del rol que estaba jugando en el momento…? Es todo tan absurdo que no merecería más comentario, si no fuera porque tratar este tema se ha convertido en tabú y quien ose hacerlo es inmediatamente condenado a los fuegos del infierno.
Insisto: precisamente porque creemos que la igualdad es una reivindicación de sentido común, no vamos a renunciar a criticar aquellas leyes --por muy “progres” que aparenten ser o por muy políticamente correctas que sean—que nos parezcan injustas o simplemente inadecuadas. No vamos a renunciar a defender lo que consideremos justo. Por eso, hemos recogido en la exposición de motivos de nuestra iniciativa el informe del Consejo General del Poder Judicial de 27 de febrero de 2009, en el que se hace mención a que el porcentaje de hombres fallecidos a consecuencia de la violencia de género era del 25,6% (cifra nada desdeñable), así como que este número supone un preocupante incremento respecto de años anteriores (un 16,1% respecto del 2007 y un 9,5% respecto del 2008. Cabe destacar que todos estos datos aparecen en el Informe del Consejo dentro de un apartado titulado “Descenso en el número de mujeres como consecuencia de la violencia de género”. Curioso.
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La Constitución Española, en su artículo 14, garantiza la no discriminación de los españoles por razón de raza, sexo, etc. y, por tanto, el Estado tiene la obligación de dar protección por igual a toda persona que sufre maltrato por violencia de género. Es verdad que en la mayor parte de las ocasiones la violencia es ejercida contra las mujeres; y es también cierto que hemos de combatir una arraigada “conciencia” de que es “normal” que un hombre tenga plenos poderes sobre “su” mujer, hasta el extremo de poder maltratarla con total impunidad. Y no hemos de bajar la guardia a la hora de combatir ese lastre social, cultural, educativo, histórico, que s la vergüenza de cualquier sociedad que se tenga por civilizada.
Pero esa injusticia que hemos de corregir, desarrollando todas las estrategias legales y políticas a nuestro alcance nunca puede ser disculpa para perpetrar injusticias nuevas. No existe a nivel nacional, ni autonómico ni municipal, ningún centro de acogida a hombres maltratados, pese a que, como acabo de reseñar, las estadísticas dejan claro que el número de hombres maltratados aumenta año a año. Y no es de recibo que el mismo hecho violento tenga tratamiento jurídico y social diferente según el sexo de quien lo perpetre.
Respecto de la primera cuestión, la protección de hombres maltratados, tomemos ejemplo de lo que pasa en otros países de nuestro entorno. En este sentido el gobierno holandés es pionero en este tipo de medidas y ha abierto en febrero 40 centros de acogida para hombres víctimas de la violencia doméstica repartidos entre Utrech, Amsterdam, Rotherdam y La Haya.
Respecto de la segunda cuestión, apelemos al sentido común y al sentido más profundo de la justicia. Los delincuentes no deben ser juzgados por lo que son (ni sexual, ni socialmente) sino por el daño que hacen. Y todas las víctimas, sean del sexo o condición que sean, tienen los mismos derechos a la reparación del daño.
Por eso y para dar cumplimiento a este objetivo el 15 de setiembre de 2009 hemos propuesto una reforma de la Ley que contemple algo tan elemental como el trato por igual a todas las víctimas de violencia de género, independientemente del sexo y de su orientación sexual,
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así como la apertura de centros de acogida repartidos, por todo el Estado, para hombres víctimas de la violencia doméstica. Aún no se ha debatido; ya veremos como se pronuncia la Cámara; pero mucho me temo que una vez más nadie se atreva a romper los tabúes y nadie de atreva a ser colocada en una foto políticamente incorrecta. Pero, en todo caso, creo que cumpliremos un papel de pedagogía democrática y política defendiendo esta causa que consideramos justa tanto para hombres como para mujeres.
Termino por donde empecé, hablando de empleo y economía. Creo que una de las mejores políticas de género que podemos acometer es reformar un mercado laboral rígidamente segmentado. Porque el sexo sí importa a la hora de obtener o perder un puesto de trabajo. Las mujeres hemos sido la principal fuente de crecimiento de la OCDE en las últimas décadas. Pero a pesar de ello, las mujeres cobran por término medio un 17% menos que los hombres; y aunque la mayoría participa en el mercado de trabajo sólo un 32% ocupan puestos directivos.
La rigidez del mercado laboral es, sin duda, una de las causas de la baja natalidad española. Y esto no cambiará mientras en España se siga pensando que la conciliación de la mujer que trabaja fuera de casa es un asunto privado.-La falta de guarderías infantiles, la rigidez de los horarios o el tratamiento fiscal de la familia son claros ejemplos de lo que estoy diciendo. En España una madre ocupada dedica por término medio el triple de tiempo al cuidado de sus hijos que el que dedica un hombre.
Quizá la crisis económica, social y política que estamos atravesando nos brinde una oportunidad para sentar las bases de un modelo económico más justo y más competitivo para España y para sus ciudadanos. Pero eso no será posible si no utilizamos de la mejor manera posible todos nuestros recursos humanos; entre ellos las mujeres. Es una razón de justicia, de salud democrática y también de eficiencia económica. Quien no lo quiera ver desde el derecho, que lo vea desde la necesidad.
Muchas gracias.-
Sevilla, tres de marzo de 2010.
Facultad de Derecho de la Universidad
Mon

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